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¿      ?

Usted pregunta:

* Por qué cantamos
Si cada hora vino con su muerte
si el tiempo es una cueva de ladrones
los aires ya no eran Buenos Aires
la vida nada más que un blanco móvil
Usted preguntará por qué cantamos?
Si los nuestros quedaron sin abrazos
la patria casi muerta de tristeza
y el corazón del hombre se hizo añicos
antes de que explotara la vergüenza.

Usted preguntará por qué cantamos.
Cantamos porque el río está sonando
y cuando suena el río / suena el río
cantamos porque el cruel no tiene nombre
y en cambio tiene nombre su destino

Cantamos porque el niño y porque todo
y porque algún futuro y porque el pueblo
cantamos porque los sobrevivientes
y nuestros muertos quieren que cantemos.

Si fuimos lejos como un horizonte
si aquí quedaron árboles y cielo
si cada noche siempre era una ausencia
y cada despertar un desencuentro

Usted preguntará por qué cantamos.
Cantamos porque llueve sobre el surco
y somos militantes de la vida
y porque no podemos ni queremos
dejar que la canción se haga ceniza

Cantamos porque el grito no es bastante
y no es bastante el llanto ni la bronca
cantamos porque creemos en la gente
y porque venceremos la derrota.
Cantamos porque el sol nos reconoce
y porque el campo huele a primavera
y porque en este tallo en aquel fruto
cada pregunta tiene su respuesta.

​

M.Benedetti

Si cada hora vino con su muerte si el tiempo era una cueva de ladrones
y Libertad sinónimo de cárcel.


Si usted preguntará por qué escribo…

Yo mezclé el poema de Benedetti, la música del canto de  Baglietto en los recuerdos, me enredo en lo cantado y suena mejor mi tributo a ellos.
Puede ser que al perder la libertad me crecieran alas en otros lados. O que como madre siempre logré ser sostén de mis hijos, incluso cuando yo no tenía de dónde agarrarme.
La primera vez que escribí un cuento fue cuando estaba prisionera en un cuartel.
Podría usar esa experiencia ahora para armar un relato de la princesa que está encerrada en una torre y custodiada por dragones que escupen fuego, mastines de dos cabezas y negros caballos espectrales. Y así estaría mostrándote, de alguna manera, cómo es que escribo.
Tomo lo que hay, mas no cualquier cosa, sino lo que detona en mí, lo que retumba dentro de mi cabeza, de ahí voy sacando, hilando. Por regla general empiezo a escribir cuando sé, claramente, cuál es el final. Luego solo debo crear el ámbito que me permita terminar allí mi relato.
En mi primer cuento, ese que escribí en el cuartel, no salió porque yo tuviera un final sino porque tenía un fin. Era un cuento con propósito: el de que mis hijos, al leerlo, asociaran a mamá con espacios abiertos, colores, movimiento.
Me ponía mal pensar que ellos me imaginaran tras barrotes.
Tal vez te preguntás ¿cómo se le ocurre que a los niños les van a venir tales imágenes? Es que nosotros vivíamos al lado de la cárcel, del Penal de Punta Carretas y, además, mi marido estuvo preso en ese penal. Por lo tanto mis hijos sabían muy bien lo que es una cárcel, las rejas, las visitas, los uniformes, las armas y demás. Por lo tanto allá emprendí yo la tarea y empecé diciendo: ”Imagina un bosque… mmm qué bien huele”.
El cuartel olía mal, en el lugar donde me tenían las ventanas estaban pintadas de amarillo y nada se podía ver.
Teniendo eso en cuenta, yo creé un espacio de comunicación muy especial entre mis hijos y su mamá, y así fue que, cada semana, escribí un cuento donde daba vuelta todo lo que me faltaba, lo que me dolía y lo escribía de forma tal que lo veía y me hacía bien.
Muchas veces lloraba mientras escribía porque era como arrancarme cosas.

 

 

 

 


Ya no escribo así, la vida no es no es un blanco móvil y pude abrazar a los que habían quedado sin abrazos, crear un horizonte y otras mil cosas.
Sigo teniendo esto del detonante, algo que bota y rebota en mi cabeza, y va creando ecos, se perfila, se va armando, tomando cuerpo, hasta que se redondea y sale. Y cuando sale, cuando empieza a salir, dejo lo que fuere que esté haciendo y me siento a escribir. Sin pausa, hasta el punto final. Es una necesidad imperiosa e irrefrenable.
El tiempo de proceso varía, hay cosas que se arman rápidamente, de un día para el otro, hay escritos que estuvieron retumbando dentro de mí por años, sin que lograra redondearlos. Estaban ahí y no podían salir, maduraban despacio, los visitaba cada tanto, hasta que de golpe caín de maduros.
Muchas veces pienso que las ideas que aún no concreté dan vueltas en mi cabeza y golpean como moscas contra los vidrios.
Desde hace muchos años escribo una especie de nota periodística, si se le puede llamar así. Acá el proceso es algo diferente. Pasa algo en la ciudad, en el mundo, algo de dominio público que actúa como detonante. En este caso yo tuerzo y retuerzo el hecho para lograr una especie de caricatura. Estas notas tienen personajes, clientes fijos les llamo. Ellos cuentan con sus perfiles, su forma de hablar, sus casas y costumbres. Me sucede que, cuando escribo, los veo y los escucho. Algunas veces escribo entre risas porque yo planeé una forma de desarrollar el hecho y los personajes van y salen con sus puntos de vista y rematan el asunto yendo por un lugar que no planeé. El juego que acá uso es el de escribir de tal forma que quien lee ve cosas que en realidad no dije. Al usar una palabra que tiene determinada combinación: espectáculo, descuento, donde hay una palabra contenida en otra, pongo luego una frase que produce la indebida asociación: Es un espectá culo, dije y me ajusté el pantalón. Es muy divertido.

 


También escribo cuentos policiales. En ellos hay más elaboración, porque primero dejo que salga como sea que se presente y luego comienzo a trabajar con las palabras para que despierten ecos en el lector. Me gusta ir como sembrando cosas, no pistas sino palabras que remiten a; ya sea a producir inseguridad, crear duda. Más para acercarse al estado de ánimo del protagonista que para inferir en el relato. Me gusta ponerme en el lugar del que cometió el hecho, me gusta permitir que las imágenes que aparecen en mi cabeza sean escritas sin censura. Porque para encontrar el detonante entro en internet y leo crónicas policiales, sobre todo de diarios de México, de Colombia, donde el periodista es muy colorido en su relato. Entonces permito que en mi cabeza se forme la imagen del protagonista. No sé si reparaste en que el protagonista, el autor del hecho en sí, es el que menos atención lleva en los diarios. El periodista suele centrarse en la víctima o en el hecho. Yo leo buscando al delincuente, hasta que lo encuentro, entonces el cuento comienza a tomar vida, las moscas entran a bailar porque ya no golpean contra el vidrio y, en algún momento, cuaja y sale.
Experimento un placer físico cuando termino de escribir.
En ciertos casos estuve horas escribiendo, sin parar, sin atender el teléfono, sin comer. Nada de nada, cuando se está produciendo el parto solo puedo atender eso. Me ha sucedido en la noche y terminé, puse el punto final y repté hasta mi cama sin siquiera apagar la computadora. Es que ahora escribo en computadora, antes en una Remington de 1920, antes con lápiz y papel.
También me ha pasado que el asunto comenzó a desencadenarse cuando estaba en la ducha y salí, me envolví en una toalla, me senté a la computadora y ahí quedé hasta que terminé. Ah poner el punto final, no es como un orgasmo mas sí como una euforia. Siento un cansancio muy agradable, una liviandad, es más como parir.

 

​

No sirvo para continuar algo que ahí quedó, no, cuando empiezo a escribir y, por algún motivo la idea se escapa, se agota sin haber llegado a culminar, entonces murió. Guardo esos escritos, releo tal vez alguno de ellos en el futuro. Nunca me pasó que pudiera retomar el hilo, se abortaron y  debo resignarme. Sí he podido tomar cuentos que escribí hace tiempo y darles una “refrescada”, un look más actual. Con alguno pude jugar algo más y cambiarlo dándole otro giro. Bueno, como entendí que me preguntabas por qué escribo, ¿o sería cómo es que logro crear? Al escribir lo que acabás de leer, esto va a sonar pomposo, me dio la sensación, sentí como un aire de diosa, me encantó sentirme una diosa de la creación, gracias por preguntar.

Stella Maris Zaffaroni

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